El despertador suena con un molesto neh neh neh neh -debo levantarme-. Quisiera poder levantarme más tarde -pensé-. El espejo me muestra su reflejo, pero no me reconozco.
-¿Qué fue de esos tiempos cuando no tenía responsabilidades?
- ¿Cuándo adoraba mi trabajo?
-¿Cuando iba a la universidad?
- ¿Cuándo jugaba beisbol con los chicos de la cuadra?
Giro la llave de la regadera, y el chorro de agua no se calienta. Con la toalla a la cintura, asomo por la ventana de la cocina para encender el calentador. Mientras, en el departamento de abajo logro ver a la vecina preparando el desayuno.
Veo al vapor jugar alrededor de la bombilla, mientras el agua tibia,...caliente, tibia, muy caliente, caliente, cae sobre mi rostro. Tomó del estante el estropajo y el jabón -el aroma a lavanda inunda el aire- mientras me tallo con fuerza, veo formarse el remolino de agua sobre la coladera y la espuma escurriéndose sobre mis pies.
She had to turn in to a woman to get out her house,
And she will be hard to get,
Cause she spends 14 hours fixing her hair.
Na ra na ra na na na na whit me and all my friends,
Cause we always be upstairs...
¡Puta madre! -No logro recordar como sigue.
Tenía tiempo que no cantaba en la ducha. ¿Qué habrá sido de ellos?, si… de todos ellos, mis amigos. Los de la cuadra, quiero decir. Han pasado 15 años desde que los vi por última vez.
Aprieto de nuevo la llave, el chorro de agua se convierte en un goteo constante, intermitente…se detiene. La puerta chilla mientras la hago a un lado, tomo del gancho mi bata y el agua forma un charco bajo mis pies.
Tricolor es la pasta dental. Mi cepillo ahora es negro, ya no el verde que siempre elegía. El sonido de las cerdas toma posesión del silencio reinante -gotas de espuma caen sobre el lavabo-, el chorro de agua se encarga de limpiar el cepillo.
Me miro de nuevo en el espejo, ahora empañado. No me reconozco.
-Quizá, ese personaje apenas distinguible sea efectivamente yo.
Del armario cuelgan ahora trajes, camisas y corbatas.
-¿Dónde quedaron mis jeans? Esos 514 de Levi's
-Talla 42 son ahora mis pantalones de vestir.
Amarro los delgados cordones de mis -impecables- zapatos negros, y me coloco el saco de dos botones. De nuevo, verifico que el nudo de mi corbata sea perfecto. Tomo las llaves del coche y las guardo en mi bolsillo.
Jalo la perilla de la puerta. Y me veo por última vez en el espejo, me veo a mi mismo a los ojos.
-¿Quién soy?
-¿Cómo me convertí en esto?
Estoy muerto -me refiero, a Él viejo yo-.
-¿Qué paso conmigo?
Muerto, definitivamente.
Quizá lo peor, es que fue suicidio.
1 comentario:
Me has hecho pensar en la antigua Vely. Tienes razón, nos perdemos en el tiempo, con tantas ocupaciones, tantas responsabilidades, cambiamos. Pero creo que esas personitas que antes se divertian con las cosas más simples, siguen dentro de nosotros y es bueno de vez en cuando sacarlas. ¿No crees?
Saludos...
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