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martes, 21 de julio de 2009

Al final

Su mano ahora temblorosa busca en la oscuridad el apagador de la recámara, con la luz encendida entra a la habitación mientras se apoya en su bastón. Sus ojos opacados por la edad miran los objetos a su alrededor, llenando su cabeza de recuerdos que en unos años el Alzheimer lo hará olvidar.

Logra sentarse con dificultad en el borde de la cama. Sobre el pequeño librero que en su juventud el mismo construyo yacen viejos libros de amarillos bordes, inclinados, empolvados y otros atacados por los insectos. La pequeña guía roji de apenas 30 paginas en 1982 de la ciudad de México -que compro en aquella ultima ocasión que vio a hermano- se encuentra sobre aquellos discos de vinilo, que aquella vieja revista le enviaba por correo.

Limpia el polvo de aquellas cubiertas de papel que los protegen, mientras lee los títulos de "Las obras maestras de la música clásica" y se le antoja oír "La obertura festiva 1812" pero el tornamesa cubierto por una gruesa capa de polvo, hace mucho que dejo de funcionar.

Toma y ojea aquellos viejos libros, los cuales al abrilos revelan historias pasadas mientras inundan el aire con un olor a viejo. Entre aquellas páginas de textura terrosa, se aprecian notas y recados que sus hijos entonces adolescentes escribieron; iniciales dentro de corazones de amores ahora olvidados, dibujos mucho mas interesantes que la pesada clase de etimologías y contraportadas repletas del nombre de una niña.

La pintura descolorida de las paredes y las grandes manchas de humedad en el techo revelan el descuido de la casa, de la cual el hizo hasta los ladrillos y que ahora es sumamente grande para el solo.

Después de varios intentos finalmente logra levantarse de la cama, abre el gran ropero de caoba, que compro recién casado y en el cual todavía esta acomodada la ropa de su esposa. El mismo ropero del cual ahora sus nietos le roban dinero, en lugar de esos dulces que hace muchos atrás sustraían.

En la sala enciende el televisor y sube el volumen pues con dificultad escucha. De las paredes cuelgan los retratos de familiares y amigos: hermanos, hijos, nietos y biznietos. Momentos congelados en el tiempo de infancias lejanas y juventudes desperdiciadas; cumpleaños o reuniones familiares; navidades y otras esporádicas fechas alegres; amigos que murieron hace mucho, al igual que su amada esposa. Rostros, acciones y momentos que alguna cámara encerró hace mucho tiempo.

En la noche, la cena es un rebozado plato de una insípida sopa de verduras y ocupa tan solo uno de los habitáculos de aquel comedor para doce personas.

El teléfono suena, pero entre su pesado caminar y su disminuido oído, hacen que cuanto conteste, aquel al otro lado de la línea termine la llamada, y en vano se queda esperando a que el aparato suene de nuevo.

Con tan solo una camisa y un gastado short como pijama, se acuesta a dormir, aquella vida repleta de risas, emociones, viajes y demás vivencias ahora se ha ido.

Su esposa nunca más se acostara en esa cama junto a el, sus pequeños hijos ya no gritaran en la mesa a la hora comer, ni sus amigos se reirán hasta el borde de las lágrimas mientras platican en la sala.

...lo único que le queda, es la soledad.

3 comentarios:

pa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alba Alina dijo...

nostalgiia..

Ahora no qiierO envejecer!!

tqm!!!

graciias

jules dijo...

sniff sniff!!!!

ahh casi lloro!!

esta suoer bonito!! que sera de nosotros cuando seamos viejitos¿?

me encanto!!!!